sábado, 28 de noviembre de 2009

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viernes, 6 de noviembre de 2009

El velo islámico

El velo islámico es una prenda que es extraña a nuestras costumbres occidentales, pero no es más que una prenda. Tiene connotaciones culturales que pueden producir un cierto rechazo. No en vano nuestro continente europeo ha batallado contra el Islam durante siglos. No debe existir un derecho universal a su uso, como no existe derecho a usar cualquier prenda en cualquier situación: piénsese en los uniformes que han de vestir múltiples trabajadores. Tampoco debe existir una prohibición de su uso en cualquier situación. Es como si se prohibiese el uso del sombrero. Algunos atuendos sí deben estar prohibidos, por razones de seguridad. Fuera de un carnaval, nadie puede ir por la calle con su rostro oculto por una máscara. Pero el velo que no tape el rostro no crea problema alguno.
A veces se argumenta que el velo islámico es un símbolo de la represión de la mujer. Lo es, pero lo único que debe hacer una sociedad libre es asegurarse de que la gente no es coaccionada a hacer lo que no desean. Por supuesto, si una mujer se casa con un musulmán, probablemente éste la presione para que se amolde a sus costumbres. Pero ella puede decidir no casarse con él, resistirse o divorciarse. Será difícil para ella, pero ése es su problema, no el nuestro. En cuanto a las niñas, no debe intentarse nada, porque sería inútil. Es mejor esperar a que entren en la mayoría de edad y decidan por sí mismas. El adoctrinamiento de los hijos está presente en todos los ámbitos de la vida y en todas las religiones. Es algo natural y nada puede hacerse al respecto.

martes, 3 de noviembre de 2009

Demasiada gente para nuestro planeta

Las generaciones futuras vivirían mejor en un mundo con menos gente. No habría hambrunas, el planeta se recuperaría, los espacios naturales volvería a florecer, las especies en peligro de extinción podría recobrar sus hábitats naturales, el medio ambiente se limpiaría y se regeneraría. ¿Por qué tenemos que ser tantos?
Por supuesto, somos una especie que, como todas, tiende a multiplicarse hasta que los recursos de los que depende se agotan o hasta que se produzca un cambio medioambiental grave. La naturaleza se encargará de limitar la población humana, si nosotros no lo hacemos antes. Lo malo es que la naturaleza se cobrará un gran sufrimiento en el proceso. Ninguna especie anterior en la historia de la vida en la Tierra ha tenido la posibilidad para auto-limitar su crecimiento de forma consciente. Pero tampoco tiene precedentes la especie humana en su capacidad para alterar el entorno de forma que ocupe todos los ecosistemas. Así que, querámoslo o no, los humanos nos encontramos en una posición inédita en la historia de la vida en el planeta.
Está en juego el bienestar de las generaciones futuras de nuestra especie y la supervivencia de otras muchas. En este momento, la desaparición de otras especies es mayor y más rápida que la acontecida en las otras grandes extinciones de las que nos habla el registro fósil.
Aún si el planeta pudiese soportar los 9000 millones de personas que ya sin duda poblarán la Tierra hacia el año 2050, la cuestión es ¿para qué?
Es difícil poner en marcha decisiones con vistas a cientos de años. Nunca antes se ha hecho, y seguramente no se hará tampoco ahora. Seguramente tendremos que sufrir mucho como especie. El calentamiento global no acabará con la vida en la Tierra, ni siquiera con la especie humana. Sólo hará que lo pasemos muy muy mal.