lunes, 27 de septiembre de 2010

Impresiones desde Santiago de Chile

No voy a decir que es una ciudad bonita. No lo es. Llegando desde el aeropuerto se ven el muchas chabolas junto a refulgentes edificios de oficinas, igual que en mi infancia se podían ver en el trayecto desde Barajas a Madrid. Es una ciudad moderna, vertical, salpicada de rascacielos y torres residenciales. La ciudad está saturada de tráfico y cuando llueve se inunda fácilmente, cosa que al parecer sucede a menudo. Pero tiene la Cordillera. Aunque la mayoría de los días aparece emborronada por el smog, después de una tormenta como la de anoche, que limpia el aire y deja la atmósfera fresca y nueva, los Andes se presentan majestuosos. Desde casi cualquier sitio puedes ver sus cumbres nevadas, imposibles, al alcance de la mano. Lamento no tener fotos que les hagan justicia.
Los chilenos son espontáneos y afectuosos, los compañeros de trabajo se saludan cada mañana, dándose la mano o un beso (las chicas, claro), igual que he visto que hacen en Portugal. Un bienvenido contraste con la cortesía fría de los ingleses. Otro contraste es la excelente carne vacuna. ¡Ah, y que te dejan fumar en casi cualquier sitio! Ejem, esto último me lo tenía que haber callado...

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