miércoles, 26 de diciembre de 2007

¿Es el aborto un crimen moral hacia el nonato?

Si lo fuera, el resto de las argumentaciones sobraría: el hecho de que los ricos abortan sin problemas, el riesgo de los abortos clandestinos, el derecho de las mujeres a decidir sobre su vida o sobre su cuerpo, el trauma de la maternidad no deseada, la falta de recursos económicos o el estigma social... y, por supuesto, el argumento de que "a nadie se le obliga a abortar".
Si no lo fuera, el debate sobre sus límites y circunstancias estaría fuera de lugar, y debería tratarse como una especialidad quirúrgica más.
Esta es pues la única pregunta relevante sobre el asunto, y es la que divide a los dos campos.

La pregunta es casi equivalente a si el nonato es un ser humano o no (si no lo es, no tiene derecho a la vida). Esta equivalencia no lo es para todos, porque algunos proponentes de la abolición de esta práctica sustentan su posición no sobre la humanidad del embrión, sino sobre la mera potencialidad del mismo de culminar su evolución hacia un ser humano. Otros en cambio, defienden la naturaleza humana del embrión desde el momento de la fecundación. Esta posición tiene a veces un origen religioso.
La diferencia emtre si el embrión es ya un ser humano o sólo lo es en potencia es de orden metafísico. Para aquellos que estén convencidos de lo primero, toda discusión acaba ahí. Los que adoptan la segunda opción tienen una posición más débil: la mera "potencialidad de ser" no otorga derecho alguno al nasciturus. Estos tendrían una posición más sólida si se apuntasen a la primera de las opciones.

Pues el "gran problema" es la determinación precisa del momento de la gestación en el que el feto se convierte en ser humano y su muerte provocada es un homicidio.
Tenemos varias opciones: La primera es el momento mismo de la fecundación. La segunda lo sitúa en un momento (aún por determinar) a partir de un cierto número de semanas y la tercera es el llamado criterio de viabilidad del feto.

Todas las opciones coinciden en que, a partir de un determinado estadio del desarrollo, el nonato tiene naturaleza humana. Nadie aboga por el aborto libre para los fetos de siete meses.

La primera opción (el momento de la fecundación) es la posición antiabortista y poco más puede decirse sobre ella, salvo que es clara en su planteamiento.
La segunda opción (algún momento pasadas las primeras semanas) da lugar a los proponentes de las leyes de plazos, que pretenden legalizar la práctica en las primeras doce o catorce semanas. El asunto del plazo es siempre difícil: dada la naturaleza esencialmente continua del desarrollo del feto, cualquier plazo es arbitrario. Estamos acostumbrados a que las leyes establezcan fronteras arbitrarias: la mayoría de edad, por ejemplo, hace que un solo día de diferencia pueda convertir un encuentro sexual legal en un delito. Cuando se trata de regular el aborto, la cosa es más seria, dado que se trata de la diferencia entre una opción personal de proyecto de vida y lo que sería esencialmente un homicidio. Los que apoyan esta opción parecen decir: "no sé a partir de cuándo esto es un bebé, pero ciertamente no cuando mide unos pocos milímetros y carece de sistema nervioso central". Los proponentes quieren "ir sobre seguro" y proponen plazos más bien breves.
La tercera opción (el criterio de viabilidad del feto) establece una frontera según un criterio supuestamente objetivo: la "viabilidad" del sujeto fuera del útero materno. Según este punto de vista, sólo tendríamos un ser humano cuando el alumbramiento diera lugar a un neonato viable. Esta posición también aboga por una ley de plazos, pero más amplios, por encima de las veinte semanas. El principal problema con esta opción es que convierte la definición de un ser humano en una cuestión dependiente de avances técnicos. El mismo nonato tiene o no derecho moral a nacer en función de los avances técnicos disponibles en el tiempo y el lugar en que se tome la decisión. Desde un punto de vista ético es muy difícil de argumentar.

En una sociedad teocrática, estas cosas las decide Dios. En una sociedad democrática, las decide la gente con sus votos a través de los mecanismos del Estado para hacer sus leyes. Y el voto de cada persona es libre.
Algunos votarán de acuerdo a su conciencia religiosa, como es natural. Si su religión dice que el nonato es persona desde la fecundación, el aborto es un crimen y su mejor arma para combatir ese crimen es hacer proselitismo y votar en consecuencia.
Agunas personas están adscritas a una de las grandes religiones que consideran el aborto un crimen hacia el neonato, pero a la hora de posicionarse en este asunto adoptan una posición ecléctica. Esto parece una inconsistencia, pues es muy diferente el asunto del aborto de, por ejemplo, el divorcio o el matrimonio homosexual. En estos últimos casos, la persona religiosa no incurre en inconsistencia si vota a favor de estas leyes, pues su voto únicamente afecta a la forma de vida de las personas no religiosas. La disposición a permitir a otros vivir de acuerdo a su conciencia es un rasgo de tolerancia por su parte. Sin embargo, en el caso del aborto, si la persona religiosa vota a favor de esas leyes está cooperando a una auténtica matanza de seres humanos y por coherencia haría bien en abjurar de su religión.

Aquellos que no tenemos el beneficio de la revelación divina, deberemos pensar por nosotros mismos sobre el asunto. Es improbable que la ciencia nos vaya a dar en el futuro buenas argumentaciones para trazar la línea de demarcación con claridad. Como dije al principio, el resto de las consideraciones socio-económicas, feministas, de evitación de males mayores, etc. son secundarias.